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27/7/10

EL LLAMADO

"Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5)
Cuando se habla de liderazgo es importante entender el significado de “llamado” para que de esta forma lo desarrollemos con excelencia, ya que estamos seguros que ser un líder es propósito de Dios y que debemos cumplir con la obra que Él nos ha encomendado.

1. CARACTERÍSTICAS Y REQUISITOS PARA EL LLAMADO
a. Ser una persona de fe: Aquellos doce que el Señor formó aprendieron a caminar por la senda de lo sobrenatural pues se ejercitaron para reproducir el carácter de Cristo en todas las formas posibles a través de sus propias vidas. La fe nos ubica en el plan perfecto de Dios y nos hace fructificar. Entrar en el mundo de la fe implica tener la mente de Cristo, ver las cosas con los ojos de Dios, y nunca dejarse influenciar por las circunstancias. Pablo dijo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios…” (1 Corintios 2:14a).
b. Ser una persona llena de virtud: “…Añadid a vuestra fe virtud” (2 Pedro 1:5b). En el original griego, la palabra virtud es "areté", la cual significa “excelencia”. Es la gracia especial, la habilidad que tienen las personas para el liderazgo. El areté o la virtud de un líder se ve reflejado en su ministerio. Pablo dijo a los corintios: “…El sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (1 Corintios 9:2b).
c. Ser conocedor de la verdad: Pablo dijo que "debemos ser como soldados que manejan bien la Palabra de verdad" “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Un hombre de verdad es aquel que ha logrado crecer en la fe, por medio de la Palabra de Dios, y que ha conseguido desarrollar la suficiente sensibilidad para oír la voz de Dios.
d. Ser una persona temerosa de Dios: Ser temerosos de Dios exige estar sujeto a su Palabra y condicionar cualquier decisión a ella. La persona que entra en esta dimensión lleva todos sus deseos a la cruz; es alguien que vive bajo el pacto de la sangre de Cristo y que puede decir como Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios…” (Gálatas 2:20).
e. Ser aborrecedor de la avaricia: Una de las cosas que más puede destruir a un líder es dejarse seducir por los destellos de las cosa materiales, “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero…” (Timoteo 6:10).

2. RECONOZCA EL LLAMADO

La sensibilidad al Espíritu Santo es una de las condiciones esenciales para oír el llamado de Dios y atenderlo. Somos conscientes de que no estamos dentro del ministerio por nuestros dones, talentos o habilidades, sino por la gracia de Dios para con cada uno de nosotros. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). Cuando somos sensibles al Espíritu, los dones empiezan a ser revelados a nuestras vidas. Los cinco ministerios enunciados en Efesios 4:11 y 12 son la extensión del carácter de Cristo dentro de nosotros.
En el reconocimiento del llamado intervienen varios aspectos:

a. Convicción. Es fundamental contar con la plena certeza de que Dios nos llamó al ministerio y con la motivación correcta para perseverar dentro del mismo, ya que resultaría imposible pretender desarrollar una labor sobrenatural, con una actitud y una motivación naturales. Además, sabemos que a quien Dios llama, también lo equipa y respalda en todas las cosas.
b. Compromiso. El simple hecho de saber que de entre los miles de millones de seres que habitan el planeta tierra fuimos seleccionado por Dios para darle continuidad a su obra es conmovedor, así como también resulta ser un impulsor al compromiso. El Señor pudo haber escogido a otro, pero lo prefirió a usted. Sin temor haga la obra de Dios.
c. Quebrantamiento. “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). El quebrantamiento es el mecanismo de protección más poderoso que pueda tener un creyente ante las diferentes adversidades de la vida.
d. Unción. Equivale a experimentar la presencia de Dios de una manera permanente en nuestras vidas, lo cual se refleja en lo que hablamos, lo que enseñamos, lo que oramos, lo que emprendemos y en las personas a quienes lideramos.
e. Sujeción. Las personas que son autoridades espirituales deben entender que nuestra autoridad sobre otros no es impositiva, sino directiva, presentándonos nosotros como ejemplo en todas las cosas. Así, en sana forma, naturalmente, los discípulos van aceptando la autoridad y a la vez ejerciéndola, sin que nadie se sienta herido. “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-2).
f. Fructificación. Desarrollar todo el potencial que hay dentro de nuestras vidas se ve reflejado en la fructificación. Y no existe mayor gozo que el sentirnos útiles dentro de la obra del Señor. “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10).
El Señor tiene una misión asignada para su vida:
“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ezequiel 22:30).
Sé fiel al llamado, que los ojos de Dios están puestos en ti.